jueves, 16 de octubre de 2014

Hasta que digamos sí

El otro día, en ese viaje al pasado en pequeñas píldoras que es Cachitos aparecieron Coque Malla y el resto de Los Ronaldos, finales de los ochenta y decorado destartalado de cualquier programa de TVE de la época, cantando lo de "Tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas sí". Aunque en realidad la canción ya no sea así. Un cuarto de siglo después, y cuando creíamos que lo de "sociedad madura" iba por nosotros, lo que suena en la televisión pública, a las diez y pico de la noche de un domingo, es "Tendría que besarte, desnudarte, (piiiii) y luego (piiiii) hasta que digas sí".

Nadie duda de que el "mi marido me pega" de Martes y Trece no pasaría hoy ningún filtro políticamente correcto. Y que Nabokov compartiría celda con el pederasta de Ciudad Lineal si se le ocurriera volver a escribir Lolita. Hace tiempo nos empezaron a tratar como a críos y nos dejamos hacer obnubilados con el feliz y despreocupado regreso a la infancia que eso suponía. Tanto que, creyéndonos ya tiernos infantes a los que hay que proteger de cualquier peligro y que se creen cualquier cosa, nos cuentan, por ejemplo, que yo no sabía que esto de las tarjetas no se podía hacer, se lo juro señor juez. Dará igual que no los creamos. Seguirán insistiendo. Hasta que digamos sí.