jueves, 26 de noviembre de 2015

Carrusel marianista

Esta semana, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, acudía al programa de radio Tiempo de Juego para comentar la jornada de Liga de Campeones en la que jugaba el equipo del que es aficionado, el Real Madrid. Su intervención en la Cope ha despertado muchas críticas por parte ciudadanos y medios de comunicación, puesto que coincide con el anuncio de su ausencia en el debate televisado donde deberían comparecer los cuatro principales candidatos a la Presidencia. ¿Un gobernante comentando un partido de fútbol? ¿Es esto serio? ¿Somos un país ‘diferente’? Aquí veremos que han sido muchos los grandes líderes que también en su día se dejaron seducir por la magia del deporte en las ondas.

El general Charles De Gaulle lee la alineación del encuentro entre el Stade Reims y el Racing Club de Paris durante el carrusel deportivo galo de la temporada 1948/49.


Winston Churchill, atento a la pantalla donde ve el desarrollo de un choque con sangre, sudor y lágrimas entre Inglaterra y la Hungría de Puskas, Kocsis y Czibor.

También Adolf Hitler, gran aficionado al balón, a las botas y a las patadas, dejaba con frecuencia sus responsabilidades como Führer para narrar con su gracejo encuentros de la Bundesliga. Aquí se lamenta de una clara ocasión fallada por el delantero centro de su equipo favorito, jugador que desapareció de las convocatorias (y del todo) poco después.


Entre revolución y revolución, Ernesto ‘Che’ Guevara tenía tiempo para cumplir con sus compromisos radiofónicos con Radio Rebelde, emisora especializada en deportes minoritarios y música de los años 80.


En esta última imagen vemos a Richard Nixon y John Fitzgerald Kennedy en una de las primeras emisiones de Punto Pelota, el precedente de Jugones que en la actualidad presenta Josep Pedrerol.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Keyser Rajoy

Tenemos su fobia a aparecer ante los medios de comunicación, su preferencia al plasma cuando no tiene más remedio que explicar algún asunto.

Tenemos esos discursos grandilocuentes y triunfalistas en modo automático, elaborados sin atenerse a la realidad que nos rodea. Y tenemos esos debates en los que, a la réplica de la oposición, le sigue una contrarréplica sin ninguna relación con lo que (supuestamente) acaba de escuchar.

Tenemos las presuntas políticas con las que alardea de habernos salvado del desastre, como si no supiéremos que ni las políticas son suyas y vienen dictadas desde Bruselas, ni nos han librado de una catástrofe a la que se enfrentan millones de españoles cada día.

Tenemos esas (pocas) entrevistas que concede y en las que en apenas unos segundos es capaz de laminar su supuesto aura de dirigente eficaz y preparado.

Y tenemos, claro, esos primeros planos que captan las cámaras, esas muecas de bufón, esos gestos que atentan contra la lógica y las leyes naturales que nos hacen preguntarnos cómo es posible que ese señor haya ganado unas elecciones generales.

Si el mejor truco del Diablo fue convencer al mundo de que no existía, Keyser Rajoy lleva años en cambio actuando como si de verdad fuese un presidente capaz y el gobierno de nuestro país se acomodara a sus deseos.

Solo si miramos al corcho de la pared y empezamos a conectar las deshilvanadas pistas que nos ha dejado durante este tiempo nos daremos cuenta de la irrealidad en la que se mueve y en la que, lo peor de todo, nos obliga a transitar.