lunes, 18 de enero de 2016

Príncipes y reinas y viceversa

El último rifirrafe del día termina, el plató apaga las luces y las criaturas que durante todo el día han poblado de chismes la parrilla televisiva descansan durante unas horas en la habitación que comparten al terminar sus preindustriales jornadas laborales.

¡Pero silencio! ¡Despertaréis a Belén, la primera en abrazar el sueño después de horas de gritos, llantos y carcajadas! Justo en las literas de enfrente, los dos Kikos apuran los últimos minutos del día compartiendo por whatsapp los cotilleos que se quedaron sin espacio. A su alrededor, ya en pijama y con los dientes limpios, el resto de colaboradores habituales con los que conviven 24 horas diarias. Un poco más allá, en el rincón donde se apilan cintas viejas de los tiempos de las Mama Chicho, es donde descansan los invitados secundarios que durante algunas semanas se dedican a rellenar huecos de la programación. Son los exnovios, los familiares lejanos y los vecinos de los protagonistas de las informaciones. También ellos deben permanecer de guardia en Telecinco para aparecer en cualquier programa en cuanto su presencia es necesaria.

La habitación ya está en silencio. El eco del tráfico de la autovía se convierte en un murmullo que apacigua a las bestias. A esas horas de póker, brujas y teletiendas, la puerta se abre por última vez y permite entrever el rostro que se asoma a ver esta hermosa fraternidad. Paolo Vasile mira con ternura su creación mientras susurra, para no despertar a nadie, la letanía de cada madrugada:

-Buenas noches, príncipes de Gran Hermano, reyes de Sálvame Deluxe.

martes, 5 de enero de 2016

Aquella gesta de Parrata

En Brasil, los que no valen para el fútbol acaban en la portería. En la pista de nuestro colegio formábamos una defensa que se tornaba en inexpugnable a base de poblarla de incapacitados para el balompié. Lo nuestro era la destrucción. Obstruir al rival que se acercaba a la portería era la misión para la que estábamos programados. Llegar un segundo antes al balón y propinarle un punterazo en dirección al Sol, nuestra tarea. Cruzarnos en la trayectoria del esférico y desviar su camino, nuestra meta. Eso era el fútbol para nosotros. Como suele decirse, un trabajo sucio por el que Pepe cobra ahora millones y que entonces teníamos que desempeñar nosotros. Los parias del juego.

En ocasiones, esa labor oscura que jamás provocaría un aplauso en un hipotético graderío tenía sus compensaciones. Como el día en el que Parrata, uno de esos soldados rasos de la defensa, incapaz de driblar a una farola, se vistió de Baresi y Maldini juntos y frustró, él solo, todas las llegadas en estampida de Luisito, cuyo nombre remitía de manera inversamente proporcional a la furia con la que golpeaba el balón. La última de las intervenciones de Parrata, inolvidable, terminó con un inverosímil salto vertical con el que consiguió interceptar el rocoso balón con su cara. Aún hoy el sonido del balonazo debe seguir rebotando en las paredes del patio del colegio en un eco inagotable que cuenta aquella gesta del pobre desdichado. Una vez alcanzado el objetivo, y aturdido por el tremendo pepinazo que se llevó en el rostro, únicamente pudo dejarse caer como un fardo y acabar en el suelo tras otro imponente costalazo. Luisito, agotada la paciencia, estalló y comenzó a chillar y a desafiar al pobre Parrata, que se recuperaba del terrible combo, por ejercer de forma tan profesional la miserable tarea que tenía encomendada. “Si no tienes ni idea, ¿pa’ qué te metes?”, le venía a decir, impotente por no ser capaz de culminar con un gol su evidente superioridad sobre todos nosotros.

El partidillo terminó, volvimos a clase, un Parrata magullado lució durante varios días sus heridas de guerra y la semana siguiente Luisito nos metió cinco o seis goles.


No sé si Artur Mas sería un buen Luisito en esta historia, pero la CUP ha terminado siendo su Parrata. Quién lo diría.

lunes, 4 de enero de 2016

Las mocitas madrileñas ya no quieren ser princesas

Cuando las fans empezaron a arrojarse al coche de Zamorano, las camisetas de Parmalat y Zanussi de Juanito y Camacho se rasgaron súbitamente. Los que nos aferrábamos a ellas cosimos los costurones y seguimos apelando a las remontadas imposibles.

Las medias por los tobillos de Gordillo dieron paso a la pernera subida hasta la rodilla de Anelka. La estética podía ser discutible en ambos casos, pero la lectura era bien diferente: de lo aguerrido pasamos a lo extravagante; del combate sin artificios en el terreno de juego, al artificio inane en el terreno vital.

El Buitre empezó a acompañar con ensaladas sus festines hasta que se volvió vegetariano y no hubo más remedio que enjaularlo en el banquillo . Lo de Raúl, esa Lola Flores que ni corría, ni saltaba, ni regateaba, pero metía más goles que nadie, fue incluso más extraño. Que no saliera del Bernabéu desorejado y entre las almohadillas del respetable fue casi un milagro. Por entonces, el Big Bang galáctico ya había alcanzado Concha Espina. Su resplandeciente fulgor, tan hermoso como peligroso, abrasó nuestras retinas y nos dejó ciegos ante lo que sucedía ante nuestros ojos.


                                   Plantilla del Real Madrid C.F. Temporada 2015/2016

El circo Pérez, inspirado probablemente en la parada de los monstruos de Tod Browning, sigue añadiendo atracciones a un espectáculo donde el fútbol hace tiempo que ocupa un lugar secundario. Los jugadores se han pasado ahora al film noir y hasta James coquetea con formar parte de la franquicia Fast & Furious.


Las mocitas madrileñas ya no quieren ser princesas, pero algunos futbolistas sí. Y hasta reinas, aunque sea por un día.