El último
rifirrafe del día termina, el plató apaga las luces y las criaturas que durante
todo el día han poblado de chismes la parrilla televisiva descansan durante unas horas en la habitación que comparten al terminar sus preindustriales jornadas laborales.
¡Pero silencio!
¡Despertaréis a Belén, la primera en abrazar el sueño después de horas de
gritos, llantos y carcajadas! Justo en las literas de enfrente, los dos Kikos
apuran los últimos minutos del día compartiendo por whatsapp los
cotilleos que se quedaron sin espacio. A su alrededor, ya en pijama y con los
dientes limpios, el resto de colaboradores habituales con los que conviven 24
horas diarias. Un poco más allá, en el rincón donde se apilan cintas viejas de
los tiempos de las Mama Chicho, es donde descansan los invitados secundarios
que durante algunas semanas se dedican a rellenar huecos de la programación.
Son los exnovios, los familiares lejanos y los vecinos de los protagonistas de
las informaciones. También ellos deben permanecer de guardia en Telecinco para
aparecer en cualquier programa en cuanto su presencia es necesaria.
La habitación ya
está en silencio. El eco del tráfico de la autovía se convierte en un murmullo
que apacigua a las bestias. A esas horas de póker, brujas y teletiendas, la
puerta se abre por última vez y permite entrever el rostro que se asoma a ver
esta hermosa fraternidad. Paolo Vasile mira con ternura su creación mientras
susurra, para no despertar a nadie, la letanía de cada madrugada:
-Buenas noches,
príncipes de Gran Hermano, reyes de Sálvame Deluxe.