jueves, 9 de junio de 2016

Qué tiempo tan feliz

Nuestros artistas son los ríos que van a dar en Qué tiempo tan feliz, que es el morir. Procuro echar un ojo al programa de María Teresa Campos, por ese morbo de la muerte en directo que nos contó una vez Tavernier. El otro día comparecían de nuevo los supervivientes de El Consorcio, en un ritual que se produce cada dos o tres meses. Una de las colaboradoras les preguntaba entonces por el origen del grupo, cuestión que probablemente únicamente han tenido que responder allí mismo un millón de veces. Pero la memoria es débil (la Campos superiora anuncia ahora también las pastillas DeMemory) y hace falta recordar una y otra vez al público los mismos conceptos.


Ahora que regresa la campaña electoral, si es que alguna vez nos abandonó, volveremos a oír las mismas consignas, las mismas promesas, los mismos discursos que ya nos quedaron claros hace seis meses. Por si no entendimos en su momento la necesidad del cambio, o de la permanencia, o de ese horror circulante que es el sorpasso, nuestros políticos no ahorrarán esfuerzos en apuntar una y otra vez las ideas que ya quedaron calcinadas en diciembre. 

Entonces todos desfilaron ya por el programa de María Teresa para decir lo mismo que le contaron a Pablo Motos. Ahora, en un giro más retorcido y despiadado, se han aliado con diabólicas figuras que simulan ser niños para seguir dando la tabarra de siempre. A este paso, echaremos de menos esa época en la que solo se nos aparecían cada cuatro años para suplicar nuestro voto. Aquel sí que era un tiempo tan feliz.