martes, 26 de mayo de 2015

No tenéis vergüenza

Esperanza Aguirre, que conoce la vergüenza porque se la encontró una vez de paseo en el Retiro, se había pasado la campaña presumiendo de chulapa y sacando de paseo primero a Pecas y luego a ETA, que siempre estará viva en los corazones de algunos.

El que en cualquier otro momento habría sido el principal rival de la condesa continuaba con su particular yincana con la que se proponía destruir, probablemente inspirado en el Ejército Islámico, cualquier atisbo de cordura y de sensatez en un partido al que ya le da igual todo si los de enfrente las pasan igual de canutas que ellos.

Lo de que la falta de vergüenza es algo transversal lo demostró Pablo Iglesias jugando una pachanga con la camiseta republicana y un estilo en las antípodas de Laudrup que consiguió lógicamente hacerse con la portada de La Razón, encantada con poder ensañarse con el líder de Podemos también en este terreno de juego.

Floriano apareció cuando la debacle parecía ya segura y se enrocó en el mantra que acompañaría durante toda la noche a los compañeros de su partido. “El Partido Popular ha sido el partido más votado por los españoles” dijo Floriano sin que se le moviera una ceja, y fueron repitiendo el resto de ganadores que poco a poco irán limpiando los escritorios en los que han acumulado papeles oficiales las dos últimas décadas.

Terminaba así una campaña electoral, que básicamente es un ejercicio de paciencia para el ciudadano, asombrado por la falta de escrúpulos del ser humano, y comenzaba otra etapa, la de los pactos, donde también es necesario dejar la vergüenza a un lado si lo que se pretende es dormir por las noches.


En Oyón, un pequeño pueblo de La Rioja alavesa, su hasta ahora alcalde también depende de estos pactos antinatura para conservar el bastón. Lo bueno que tiene él es que, como ya nos enseñó en campaña, ni tiene vergüenza ni la espera.

jueves, 14 de mayo de 2015

Esto no es una pipa

René Magritte nos puso delante una pipa al tiempo que nos alertaba: ‘Esto no es una pipa’. Magritte era un pintor surrealista y era belga, que viene a ser lo mismo casi siempre, y por eso no nos quedó más remedio que creerle y darle la razón. Si nos poníamos exquisitos, lo que veíamos no era propiamente una pipa, sino una imagen representada de lo que convenimos que es una pipa.



Alfonso Rus quiso optar también por el surrealismo cuando, tras aparecer las grabaciones en las que se le escuchaba contar dos millones de pelas procedentes, supuestamente, de una comisión ilegal, intentó convencernos de que esa voz no era la suya. El drama para Rus es que no nació en Bruselas, ni en Lessines, sino en Jávea, y que además ocupa(ba) la Diputación de Valencia para el Partido Popular, que no es que sea sinónimo de corrupción pero ustedes ya me entienden.

El bueno de Rus, de todas formas, no hizo más que aplicar una de las máximas que rigen la política de este país, y que viene a decir que nunca se es responsable de nada que te suponga una carga y que las culpas, incluso cuando son tuyas, nunca son exactamente tuyas. Es más, son de los demás.


Este surrealismo ibérico, que casi nunca funciona tan bien como el belga, tiene en Esperanza Aguirre uno de sus mejores exponentes. Superviviente indemne de todo tipo de situaciones tremebundas (desde atentados islamistas o caídas de helicópteros hasta aparcamientos improcedentes en la Gran Vía), la risueña lideresa tiene una capacidad innata para aguantar el rictus en su rostro de cemento cuando asegura, por ejemplo, que fue ella quien destapó la ‘trama Gürtel’ o que no conocía a aquel imputado de quien fue testigo en su boda. Aguirre nunca miente, y cuando lo hace es porque, lamentablemente, estaba mal informada y no hacía más que reproducir lo que leyó una vez en el periódico. Dentro de unas semanas será la nueva alcaldesa de Madrid, y es probable que ni siquiera tenga que recurrir a ese episodio surrealista en el que consistió el ‘tamayazo’. Ya estamos curados de espantos. Y nos creemos cualquier cosa.