viernes, 22 de marzo de 2013

Sanfermines de imputados

Son las nueve de la mañana y una muchedumbre se agolpa junto al portal. Las cámaras registran todo lo que ocurre alrededor y los vecinos sortean a los periodistas mientras tratan de entrar o salir de sus viviendas. A la hora prevista ("es extremadamente puntual", nos recuerdan) aparece en la puerta el objeto de deseo de los medios. Docenas de personas están frente a él, le cubren la cara con los micrófonos, le gritan, le jalean para que haga alguna declaración (lo que sea, nos da igual, DIGA ALGO), pero él no se inmuta. Avanza de manera firme y provoca en toda esa gente un efecto similar al que Charlton Heston lograba ante al Mar Rojo. Lo que antes era una masa compacta se convierte en los dos flancos de un pasillo que lo escolta hasta el coche, que espera, paciente, a apenas diez metros del portal. Sube al vehículo y se aleja con premura de su casa.
Y deja a los periodistas con la tarea de comentar la jugada. "Ha sido una salida fugaz, no ha hecho declaraciones y se ha marchado en dirección a la Audiencia". "¿Podemos ver las imágenes de nuevo?", preguntan desde el plató. Lo cierto es que no hay mucho que ver. Han sido diez, quince segundos como máximo, pero hay que rellenar varias horas de programa. "¿Cómo han visto hoy al señor Bárcenas?", pregunta Susanna Griso a los tertulianos que la acompañan esa mañana. Mientras responden, las mismas imágenes, una y otra vez.
Ha sido un encierro rápido y limpio. Mañana, otro. Ganadería Urdangarin.

lunes, 11 de marzo de 2013

Conciencias tranquilas


Además de ser la locomotora de la destrucción de empleo de Occidente y líderes mundiales en paro juvenil o agujeros bancarios, en España podemos presumir también de ser el país con el mayor número de conciencias tranquilas de todo el planeta. Ya pueden pillar a alcaldes o concejales en turbios negocios con mafiosos del Este de Europa. Ya pueden probar que los consejeros de cualquier Caja de Ahorros limpiaron las cuentas todo lo que pudieron y se adjudicaron millonarias indemnizaciones mientras dejaban en la ruina a pequeños inversores. Ya puedes ir borracho al volante y estrellarte de frente contra otro coche. O tener millones de euros en Suiza de los que no puedes acreditar su procedencia. O aceptar regalos de tramas corruptas. O aprovecharte de tu posición para forrarte, a cuenta del erario público, mediante una organización sin ánimo de lucro que, en el fondo, no tiene más ánimo que el de lucrarse. O mentir de manera sistemática -y premeditada- a tus votantes y al resto de ciudadanos. Da igual. Al final, lo que cuenta es tener ‘la conciencia tranquila’ y la ‘convicción de que no he cometido ningún delito’. Y en eso, ya decía, vamos sobrados.

El último ejemplo de la capacidad que tenemos en nuestro país para aferrarnos al cargo nos lo ha regalado el presidente de la Real Federación Española de Automovilismo. Ha dado positivo en un control de alcoholemia, pero no le parece una razón que lo desacredite en su puesto de representación. ‘Yo no he matado a nadie’, explica. Y tiene razón. Su argumento es la prueba del nueve a la hora de entender los mecanismos que rigen la mente de los españoles cuando de valorar una dimisión se trata. El asesinato -el homicidio, si quieren, aunque no lo tengo demasiado claro- es el punto a partir del que se tienen en cuenta los delitos susceptibles de provocar que alguien renuncie a su cargo. Si no has matado a nadie (queriendo), la dimisión todavía no es de recibo. No es para tanto. ‘Tengo la conciencia muy tranquila’. Quizás el único delito que se salte la norma y no haga necesaria la existencia de un muerto para renunciar sea el de violar niños. Aun así, siempre habrá quien no lo vea tan terriblemente trágico y disculpe este comportamiento con un ‘el problema es de los padres, que los visten de una manera que no me puedo controlar’.
El sainete de Ponferrada, con guion de Azcona y Berlanga, con concejales condenados por acoso, transfuguismo, puñaladas por la espalda y pactos en la sombra, es otro de esos ejercicios de contorsionismo en los que al terminar el político de turno sigue, contra todo pronóstico, bien sujeto a la poltrona. ‘Por responsabilidad democrática’ y porque, en el fondo, tienen la conciencia bien tranquila. Y eso es lo que vale.

En cuestiones de renuncias, no pido que España se convierta enAlemania, también en esto. A veces, con parecerse un poco al Vaticano tendríamos más que suficiente.