miércoles, 25 de septiembre de 2013

Universos paralelos

Uno de los argumentos clásicos en las historias de ciencia ficción es el de los universos paralelos, ese escenario que la física cuántica y la teoría de cuerdas nos han hecho desear de manera compulsiva. En esas historias, el protagonista encuentra de la manera más insospechada la puerta a otro mundo prácticamente igual al suyo pero en el que ciertos elementos no son como siempre ha conocido. Pequeñas diferencias como las hamburguesas y las patatas fritas con mayonesa de Ámsterdam, por ejemplo.

El visitante se adentra en ese universo alternativo y, de repente, el presidente de los Estados Unidos es negro, el Papa nunca ha sido de derechas y hasta parece progresista y Celia Villalobos preside el Congreso de los Diputados, aunque sea de manera circunstancial. Lo primero que hace el protagonista, claro, es buscar un periódico (en ese mundo todavía existen) para buscar respuestas, para entender lo que ocurre a su alrededor. Y entonces lo entiende. El rey está otra vez en el hospital, rodeado de toda la corte habitual de aduladores y aprovechados, Gibraltar sigue siendo la cortina política perfecta y Rajoy preside una nación que, de tanto crecer, está a punto de llegar a la nada más absoluta. No hay un universo paralelo, claro. Es la realidad la que se salió hace tiempo (¿estuvo alguna vez dentro?) del carril de la lógica y nos arrastró con ella a esta otra vía que discurre a su lado pero que jamás volverá a cortar. A veces, simplemente, recordamos que la otra existe y hasta nos parece que podemos regresar a ella. Que volvemos y la pisamos, y notamos todas esas pequeñas diferencias. Hasta que el periódico nos sacude con toda la violencia que un trozo de papel puede hacerlo y nos sitúa de nuevo en nuestra verdadera realidad. La paralela.



No hay comentarios:

Publicar un comentario