miércoles, 15 de enero de 2014

Mocito reloaded

Durante un par de segundos no entendí con claridad lo que había aparecido en la pantalla. Estaba al fondo, detrás del protagonista de la noticia, como siempre cuando consigue aparecer en plano. Los ojos pequeños y huidizos, la poblada barba, la pose entre incrédula e indiferente, como de ‘yo es que pasaba por aquí’. Le había visto docenas de veces antes, y por esa razón esta vez casi pasa desapercibido ante mis ojos.

En el Telediario, entre la Infanta y los chanchullos del pequeño Pujol, una pequeña información sobre los ERE de Andalucía. El monográfico diario sobre la corrupción de nuestra piel de toro. El imputado abandona el juzgado entre las cámaras y a unos metros, como quien no quiere la cosa, él. Mocito Feliz. Atento a la jugada. Expectante mientras el declarante de turno busca un taxi en el que protegerse de los periodistas. También él ha visto la necesidad de reciclarse en estos tiempos en los que los jueces y los fiscales son más famosos que las estrellas de la prensa rosa. Si antes no se perdía una boda de la rancia aristocracia andaluza y tenía tatuada la agenda de la Duquesa de Alba, ahora ha tenido que especializarse en procesos de instrucción y cohecho impropio.

                                            Tranquilos, que tengo plano para todos.

Le recuerdo en una de las salidas de Julián Muñoz de la cárcel. Se abrieron las puertas de Alhaurín de la Torre y juro que vi aparecer al lado del exalcalde, como si de su guardaespaldas se tratara, a Mocito. Supongo que su papel de animador comenzó a mutar en aquella ocasión. Sería entonces cuando se dio cuenta de que el futuro ya no estaba en Fran Rivera, sino en Ortega Cano.

Cuando me imputen, ojalá vaya a verme Mocito Feliz a la puerta del juzgado.


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