viernes, 22 de marzo de 2013

Sanfermines de imputados

Son las nueve de la mañana y una muchedumbre se agolpa junto al portal. Las cámaras registran todo lo que ocurre alrededor y los vecinos sortean a los periodistas mientras tratan de entrar o salir de sus viviendas. A la hora prevista ("es extremadamente puntual", nos recuerdan) aparece en la puerta el objeto de deseo de los medios. Docenas de personas están frente a él, le cubren la cara con los micrófonos, le gritan, le jalean para que haga alguna declaración (lo que sea, nos da igual, DIGA ALGO), pero él no se inmuta. Avanza de manera firme y provoca en toda esa gente un efecto similar al que Charlton Heston lograba ante al Mar Rojo. Lo que antes era una masa compacta se convierte en los dos flancos de un pasillo que lo escolta hasta el coche, que espera, paciente, a apenas diez metros del portal. Sube al vehículo y se aleja con premura de su casa.
Y deja a los periodistas con la tarea de comentar la jugada. "Ha sido una salida fugaz, no ha hecho declaraciones y se ha marchado en dirección a la Audiencia". "¿Podemos ver las imágenes de nuevo?", preguntan desde el plató. Lo cierto es que no hay mucho que ver. Han sido diez, quince segundos como máximo, pero hay que rellenar varias horas de programa. "¿Cómo han visto hoy al señor Bárcenas?", pregunta Susanna Griso a los tertulianos que la acompañan esa mañana. Mientras responden, las mismas imágenes, una y otra vez.
Ha sido un encierro rápido y limpio. Mañana, otro. Ganadería Urdangarin.

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