jueves, 23 de mayo de 2013

Educación bipolar

No tengo muy claro si es peor retroceder varias décadas en cuestiones básicas cada ciertos años o pretender ser punta de lanza de un futuro incierto cada ciertos otros. Es decir, entre el avance y el retroceso me quedo con lo primero, pero no sé si compensan los continuos vaivenes a los que nos vemos sometidos. Hablo de un sistema educativo instalado en un permanente estado de psicosis, en un eterno estado de mutación, en una bipolaridad alentada por unos partidos a quienes poco les importa el futuro de los ciudadanos y mucho la posibilidad de implantar su código ideológico vía educación a las futuras generaciones.



Traer de vuelta la asignatura de Religión con todas las prebendas de hace décadas no puede ser nunca, reconozcámoslo, una apuesta de progreso. Y, ojo, probablemente esta sea una de las cuestiones de menor importancia de una recién aprobada ley en la que el consenso con oposición, educadores, padres y alumnos ha sido, digamos, escaso. Es necesario primar el esfuerzo, por supuesto. Es preciso acabar con unas cifras de abandono escolar alarmantes (el pinchazo de la construcción probablemente ayude a retener a muchos alumnos en las aulas). Y son esenciales reformas para elevar la calidad del sistema. Pero lo más fundamental es una estabilidad en ese mismo sistema que supondría, para los grandes partidos, alcanzar acuerdos y ceder en puntos clave de sus programas, cosas imposibles de llevar a cabo por culpa de su egoísmo y su falta de altura política.

La respuesta del PSOE a la enésima reforma del PP nos lo ha dejado una vez claro a todos: lo primero que harán en cuanto recuperen el poder (no os hagáis ilusiones con lo del fin del bipartidismo, ese día llegará) será, por supuesto, volver a reformar. Nos volverán a intentar convencer: “es por el bien de la sociedad y por el futuro de los alumnos”. Pero claro, ya no les creeremos.

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