miércoles, 14 de agosto de 2013

¡Aforado!

La pasarela político-judicial por la que durante todo el año pasean nuestros cargos públicos para charlar durante unas horas con algún juez tiene como protagonistas estos días a antiguos y actuales secretarios generales del Partido Popular. Álvarez Cascos, Arenas y Cospedal han desfilado por ella para dejar las cosas claras en este asunto de los papeles y los sobresueldos. Han dejado claro, por supuesto, que no recuerdan nada y que no les consta que se hayan forrado (aún más) de una manera alejada de la más estricta legalidad.
En su camino hacia el entogado Ruz han tenido que escuchar los gritos y los insultos de esa otra cara de la realidad que, lejos de disfrutar de cuentas en Suiza, ha visto esquilmados sus pocos ahorros de toda una vida por culpa, en parte, de la codicia del sistema financiero y de la dejación de funciones de los políticos. Mientras el habitualmente dicharachero Javier Arenas (más circunspecto en esta ocasión) accedía a la Audiencia, sonaron los clásicos epítetos. “¡Ladrón! ¡Chorizo!”. Lo habitual, vamos. Pero hete aquí que uno de esos ‘preferentistas, en un arranque de genio, de lucidez meridiana, le dedicó un estruendoso “¡AFORADO!” que casi me tira del sofá. Me recordó a ese glorioso momento en el que el alcalde de Amanece, que no es poco entraba en el pueblo entre los vítores de sus vecinos. ¡Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario!, le gritaban.


Agotados todos los adjetivos que podemos dedicarles a nuestros gobernantes, exhausta nuestra capacidad de indignación, finiquitado el diccionario de insultos, es hora de abrir nuevos caminos léxicos para expresar nuestra rabia. ‘Aforado’ como descalificativo es un hallazgo semántico que debería ser la punta de lanza de un moderno catálogo de palabras gruesas contra nuestros mandatarios.
“¡Mangante! ¡Legislador! ¡Corrupto! ¡SENADOR!” Yo lo veo.

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