lunes, 24 de agosto de 2015

Usain

A Usain Bolt se le recordará siempre por sus estratosféricas marcas deportivas, por una superioridad colosal que hace cuestionarnos acerca de su verdadera naturaleza. Bolt ha corrido más que ningún otro ser humano antes, y lo ha hecho subido a un pedestal divino desde el que observa a sus pobres rivales con una sonrisa que solo puede darla la seguridad de encontrarse en un plano superior.

Pero cuando el rayo de Jamaica se canse de llegar siempre el primero a todas partes, a mí me gustará recordarlo en esta carrera. Cuando un inoportuno tropezón lo expulsó por un momento del confortable Olimpo en el que reside y lo confinó durante unos dramáticos segundos a compartir existencia con esas insignificantes criaturas llamadas 'hombres'. Durante ese tiempo, apenas unas zancadas, Bolt se transformó en uno de nosotros, y asomaron a sus ojos emociones que desconocía hasta entonces. Dudó, y sintió miedo, y una rabia que hizo que corriera todavía más rápido de lo que lo había hecho hasta entonces.

Durante esos 80 metros, Usain fue uno de los nuestros. Y eso lo recordaré siempre.

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