lunes, 1 de julio de 2013

Después vinieron por los delgados

Los expertos dicen que es la plaga del siglo XXI y no es para menos. Silenciosa, paciente y letal. Así es esta plaga que lleva años infiltrándose entre nosotros, haciéndose fuerte, y que ha alcanzado hitos que ya ni siquiera cuestionamos, que ya damos por lógica y absolutamente normales.

No hablo de ese insólito tallaje que nos encontramos en muchas tiendas de ropa. Prendas que van desde una talla ‘S’ que sólo podría llenar alguien con evidente sobrepeso hasta mastodónticas ‘XXXL’ ideales para esa nueva raza de superhombres que pueblan las aceras: los gordos de solemnidad.

Tampoco hablo de los productos que podemos comprar en cualquier supermercado para cubrir nuestras más básicas necesidades alimenticias. Botes gigantescos de mayonesa, envases de salchichas del tamaño de calabacines o bandejas de carne que podrían alimentar a familias enteras durante varios días. Todo ello pensado, entre otros, para quienes hacen de la comida su  principal ocupación y no encuentran límites a la hora de engullir. Pero ojo, que, en contraposición a eso, también tenemos una selección inabarcable de productos ‘light’ para gordos arrepentidos en plena fase de curación. O comida gigante o comida de mentira. De lo normal ya no nos queda nada.

                                        Antes era de Tony Montana, pero ahora el mundo es nuestro

Pero vamos a lo que nos ocupa, una afrenta que va más allá de estas anécdotas y que pone en peligro una Justicia a la que cualquier sociedad avanzada debería aspirar. Porque, ¿qué es eso que a la hora de embarcar en un avión el equipaje que subimos tenga un peso máximo idéntico para todos los pasajeros? La ecuación es muy simple. Si quien se sienta a mi lado pesa 130 kilos y su maleta los 20 reglamentarios, está cargando el avión con un total de 150 kilogramos. Si a mí, con mis 60 kilos, únicamente me dejan transportar ese mismo tope de equipaje, apenas aportaré 80 kilos en total a la carga del vuelo. Y, sin embargo, pagaré LO MISMO que mi compañero de viaje. Miren en su interior y reflexionen: ¿es esto de verdad justo? ¿No sería más lógico establecer una especie de tarifa plana intermedia de, supongamos, 100 kilos en total? Es decir, que el peso del pasajero y del equipaje no podrá superar esa cifra, y a partir de ahí se establecería un suplemento para quien lo rebasara. No se mientan. No intenten ser políticamente correctos. Respondan con franqueza. ¿Es que no es esto que planteo coherente?

Sin embargo, no tengo esperanzas en que las compañías aéreas pongan freno a este disparate, esta bofetada para quienes tenemos la desgracia de tener un peso recomendado por la OMS. Y no lo harán por este lobby obeso que ya logró imponer su criterio de que ‘los gordos son más felices que las personas delgadas’ y que continúa ganando batallas sin que le prestemos atención. Como la plaga que es.


1 comentario:

  1. ¡Te pasas! Tú estas en el "infrapeso" como Mario Vaquerizo.. ¡No mientas!

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