No sé si durante la Edad Media también sería algo recurrente lo de ver la luz al final del túnel. Los pobres campesinos, agotados, famélicos y eternamente enfermos, caerían rendidos en sus jergones después de una jornada de trabajo de sol a sol con la promesa del señor feudal de que el año siguiente sería mejor que el anterior. Es cierto, en aquella época, cuando no campaba a sus anchas la peste negra era una guerra a sangre y fuego que arrasaba con sus humildes aldeas. Eso sí, al menos durante esa época no tenían que lidiar con el déficit tarifario, la prima a las renovables o la subasta del mercado que hará que nos suban la luz un 8, un 10 o un 12 por ciento a partir de enero.
A este paso, las insaciables eléctricas nos obligarán a apagar paulatinamente las bombillas en nuestras casas, incluso las de bajo consumo, y nos iremos sumiendo, poco a poco, en una nueva edad de las tinieblas que aún no sabemos qué nos deparará. Hace más de cinco siglos la oscuridad dio paso a la imprenta, al descubrimiento de América, a Leonardo y todo el Renacimiento. Ahora nos conformaríamos con entender (aunque sea un poco) el recibo de la luz. Y con que no nos los suban el 10% todos los años.
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