Paso 1.- Convocar un gran concurso nacional (¿y por qué no internacional?) de chirigotas, comparsas, grupos, murgas y cualquier otra formación especializada en ripiar con presunta gracia la actualidad cotidiana para maridarla a continuación con un atisbo de música producida por pitos varios. Disponer de un gran descampado para celebrar el certamen.
Paso 2.- Dirigir a ese mismo punto a los ejecutores de esos conatos de esculturas denominados 'fallas' y que provocan, al arder, el llanto desconsolada de señoritas disfrazadas de abuelas con rodetes en la cabeza. Invitar también a pirotécnicos profesionales y aficionados (sobre todo a estos últimos) que hacen del Levante español la Meca del estruendo y la piromanía mundial.
Paso 3.- Aprovechar la parada en Valencia para recoger en Buñol a los instigadores de la orgía tomatera más popular del universo (semi)inteligente e integrarlos también en nuestro creciente grupo.
Paso 4.- Recolectar dos toneladas de tomates (nos sirven pelotas de goma pintadas de rojo).
Paso 5.- Bombardear, ya sea con las hortalizas (o frutas), ya sea con las pelotas, a todos los invitados a nuestro festejo hasta dejarlos inconscientes.
Paso 6.- Provocar con el espectáculo bermellón que habremos fabricado a un grupo armado de cebadagagos, miuras o torrestrellas. No afeitar sus astas en ningún caso.
Paso 7.- Apilar a chirigoteros, falleros y tomateros en una gran pira y calentarnos junto al magnífico fuego que nos proporcionen. Tirar petardos y alguna traca para celebrarlo.
Paso 8.- Brindar con sangría y cantar el 'Pobre de mí'. Y una chirigota vengativa.
Paso 9.- Disfrutar, finalmente, de la Gran Fiesta Nacional que España se merece.
Declarada de Interés Turístico Internacional.
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