miércoles, 5 de febrero de 2014

Pilar

Lleva una eternidad a nuestro lado y apenas nos fijamos en su presencia. Alguien todavía casi anónimo, de quien nos cuesta recordar su nombre cuando la vemos fuera de su entorno natural, pese a que desde hace años disfruta a diario de los quince minutos de fama que nos auguró Warhol. Un momento, ¿realmente alguien la ha visto fuera de su hábitat de sobremesa?

Nos preguntamos qué hace exactamente allí, perenne, en ese plató añejo por donde los concursantes desfilan durante unos pocos programas para luego perderse en la niebla de los tiempos. Ella hace suyo el pensamiento de Parménides y lo lleva hasta el extremo para cercenar cualquier posibilidad de cambio. En realidad siempre estuvo ahí, al lado del otro ser incombustible, el que reconoce el público, el que protagoniza los chistes que se burlan de su extraordinaria longevidad catódica.

Jordi es el rostro visible, pero racional, de este fenómeno en el que ella representa la cara ilógica, el lado incomprensible que nunca alcanzaremos a comprender. Son muchas, demasiadas preguntas las que nos asaltan cada vez que esta ¿azafata? aparece en el programa. Cuestiones más allá del entendimiento humano que se resumen en una sola: ¿por qué?

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