lunes, 31 de marzo de 2014

Mártes

Hay pocos directores de cine que carguen con la fama de maniáticos y perfeccionistas de la manera en la que lo hace Stanley Kubrick. El cineasta que nos regaló Atraco perfecto, 2001 o La chaqueta metálica llevaba la definición de 'meticuloso' hasta unos niveles pocas veces vistos en la historia del séptimo arte. Durante el rodaje de Barry Lyndon recurrió a lentes especiales prestadas por la NASA para poder registrar una escena únicamente con las luces de unas cuantas velas. En sus películas, cada vez más espaciadas en el tiempo como consecuencia de las constantes escrituras de guion que sufrían hasta dar con el enfoque apropiado, no dudaba en repetir 40, 50 ó 60 veces una toma hasta dar con la definitiva.

En 1980 adaptó una de las novelas más populares de Stephen King, El resplandor, con un terrorífico Jack Nicholson como inolvidable protagonista, el escritor encargado del cuidado de un enorme hotel durante el invierno en compañía de su familia. A Kubrick le hicieron falta casi 140 tomas para darse por satisfecho en la escena donde el cocinero Halloran le cuenta a Danny el secreto del 'resplandor'. Y cerca de medio centenar de veces ordenó repetir el momento en el que el pequeño recoge una pelota del suelo. Casi 50 veces, hasta que el bote fue el adecuado.

Para la versión en español, el cineasta decidió que Carlos Saura (probablemente el director de nuestro país que contaba con un mayor prestigio en aquel momento) se encargara del doblaje. Aunque el resultado podría considerarse como 'poco apropiado', este es otro de los detalles que hablan del extremo cuidado que el responsable de La naranja mecánica ponía en sus trabajos. En esa versión en español también se tradujeron los rótulos que, durante la película, situaban al espectador en el contexto temporal de la historia. 'Lunes', podemos leer en un momento de la cinta. 'Al día siguiente'. Esa clase de rótulos.

El otro día, volviendo a ver la película, me fijé en un detalle mucho más terrorífico que las gemelas que aparecen en el pasillo del hotel, los litros de sangre que se desbordan por el ascensor o la estridente voz de Verónica Forqué saliendo del rostro de Shelley Duvall. En algún momento, durante la preparación de esta versión en español, alguien escribió MÁRTES en el rótulo correspondiente y lo insertó en la película de uno de los cineastas más perfeccionistas de la historia. Alguien escribió MÁRTES y a nadie pareció extrañarle demasiado. Colocaron un MÁRTES del tamaño del Hotel Overlook y miraron para otro lado.

Con un par de kubricks.

Marca España.

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