lunes, 26 de mayo de 2014

Pablemos

Dicen que alguna vez se le vio sonreír, aunque la fama de azote de la casta política labrada a golpe de plató le impida ahora esbozar el mínimo gesto que comprometa la linealidad de sus labios. La mirada profunda y atormentada, el ceño fruncido que nos grita lo preocupado que está por nuestro bienestar, la lengua afilada para contrarreplicar el enésimo intento de Marhuenda o Alfonso Rojo de sacarle de sus casillas. El epíteto raudo que escapa de su boca, la búsqueda del aplauso instantáneo de quienes están dispuestos a celebrar las palabras de cualquiera que escape al discurso monolítico de nuestra Cultura de la Transición.

Pablo, Pablemos, el tipo de la coleta de La Sexta, es uno de esos seres especiales capaces de aglutinar el odio y el desprecio que proceden de todos los rincones del espectro ideológico. Para algunos es un izquierdista radical financiado por el terrorismo internacional, un seguidor convencido del populismo chavista, un aliado de los separatistas que anhelan la extinción del Estado y que se alimentan con la sangre de bebés españoles. Para otros es un títere que le hace el juego a la derecha, un peligro para la definitiva desintegración de una izquierda abonada al caos de siglas y a las zancadillas de sus correligionarios.

                                                      Sólo soy un tipo normal
Él, mientras, repite ante las cámaras sin error posible un discurso grabado a fuego en el que la naturalidad le cede el testigo a la impostura y a la inherente demagogia que es la sal y la pimienta de la política, donde el mensaje prefabricado dirigido a los votantes apesta a edulcorantes y acidulantes. Lo hace con un mesianimo artificioso y un narcisismo que raya en lo patológico y que lo ha llevado a ser la imagen de su recién nacido partido en las papeletas electorales. "Es la mejor manera para identificarnos ante los electores" dice, como si quisiera convencernos de que ha aprobado esa solución a regañadientes.

Filoterrorista, antisistema o peligroso populista ultraizquierdista, el nuevo europarlamentario y futuro asaltante a la Moncloa representa algo muchísimo peor: el recuerdo de una clase política dominada por ciegos soberbios y desconectados de los ciudadanos y en la que él, pese a todo, es uno de los escasos tuertos capaces de atisbar lo que se encuentra más allá de sus narices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario