El 80% de los informáticos que trabajan en el Tribunal de Cuentas no posee los conocimientos necesarios para afrontar las necesidades del servicio. Pero tienen la suerte de formar parte de un organismo donde es casi inevitable compartir lazos de parentesco con los cargos superiores. Una institutución endogámica donde es casi imposible trabajar sin cruzarse con tíos, primos, esposas o incluso exesposas, donde ese concepto tan nuestro del ‘enchufismo’ alcanza unas cotas que rozan lo inimaginable.
En los días de vino y rosas que vivimos en nuestro país hace ya una eternidad, (¿os acordáis?) la Guardia Civil se llevaba detenidos a los alcaldes que velaban a golpe de pelotazo por el futuro de su pueblo (y por el suyo propio) entre los aplausos y los vítores de sus vecinos. Unos vecinos que apoyaban sin complejos las acciones al margen de la legalidad de estos héroes municipales capaces de vender al mejor postor los terrenos (cualquier terreno) de sus localidades. Todo eso pasaba una y otra vez. Y otra. Y otra.
Clamamos a favor de la justicia, exigimos la horca para los corruptos que se enriquecen a nuestra costa y ponemos el grito en el cielo cuando las listas de los partidos que coleccionan imputados son, ¡oh, sorpresa!, las más votadas en las elecciones. Quizá deberíamos pensar en quiénes son los últimos responsables de que eso suceda.
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